Yo maldigo a todos los responsables de que los estudios superiores de Música no se impartan en la Universidad desde el siglo XIX. Tengo muchos a los que maldecir… Mientras en el mundo anglosajón (alemanes, ingleses, norteamericanos) la Música se estudia en la Universidad, el mundo católico la dejó fuera. Los intentos de incorporarla han sido muchos, pero los opositores han ganado y ya nunca se conseguirá. Si cree que este tema es puntual y no le interesa, permítame que se lo explique y verá que las fuerzas que lo han impedido dan una muestra, ahora sí muy generalizable, de la España cateta en la que hemos vivido, y eso sí le concierne a usted, aunque no le interese ni la música ni los conservatorios.
Les hablaré sólo de los últimos intentos: En los años 80 del siglo pasado se puso sobre la mesa una propuesta para que los Conservatorios Superiores de Música y las Escuelas de Bellas Artes entraran en la Universidad. El profesorado de los primeros dijo que no; el de las segundas dijo que sí, y pertenecen a la Universidad desde 1986.
¿Por qué dijeron que no los músicos? Porque tenían que ser doctores para ser profesores de la Universidad y muchos de ellos ya eran profesores funcionarios y algunos hasta catedráticos y no querían hacer la Tesis. ¿Entienden? No querían ponerse a escribir, reflexionar, transmitir de manera escrita sus conocimientos. Los maldigo. Fueron presa de sus miedos. La Universidad les ofreció un plan para salir del paso: «Redacten ustedes unas “memorias” de su tarea docente y con eso les hacemos doctores». Y no lo hicieron. Los de Bellas Artes, sí. Hoy en día, si un joven de Bachillerato dice que va a estudiar la carrera de Bellas Artes tiene una aceptación mucho mayor que el que dice que va a estudiar Música en el Conservatorio.
Luego, por el año 2000, llegó la ley ridícula (la maldigo) por la cual TODAS las plazas de profesores de los Conservatorios Superiores tenían que ser Catedráticos. (¡¿Alguien entiende esto?!). Y si no lo eras, te hacían Catedrático Interino o en Comisión de Servicios en plaza de Catedrático. Una locura. (Luego se verá su efecto).
Luego, en tiempos de Zapatero, se estuvo muy cerca. La opción llegó a estar escrita en una ley: si todas las Comunidades autónomas aceptaban el paso de los Conservatorios Superiores a la Universidad se daba el paso. Hubo un problema. Me lo contó a mí el asesor de Zapatero en la misma Moncloa: la propuesta la había hecho el Consejero de Educación de la Comunidad valenciana, un tipo muy comprometido por la causa porque él mismo era músico (no es de extrañar porque es la comunidad más comprometida con ella). Y el PSOE pensó que si se aprobaba se apuntaría un tanto histórico el PP, y por eso dijeron que no. Yo los maldigo.
Después, en Andalucía pareció que empezaron a hacerse las cosas bien. Hubo un plan: no convocar plazas de Catedráticos, dejar pasar los años (más de 25) y rellenar las plazas de Catedrático con profesores en Comisión de Servicio que venían de Conservatorios Profesionales y Elementales o, incluso de Institutos. Así se vaciaba de profesores «auténticos» (Catedráticos) los conservatorios superiores y se podía sentar la Consejería de Educación con las Universidades y decirles: Te ofrezco todos los Conservatorios Superiores (entonces cuatro) casi vacíos para que establezcas el modo de acceso del profesorado como quieras (apenas quedaban vivos siete u ocho catedráticos en toda Andalucía). Se negoció por medio de los sindicatos con el profesorado y se enviaron propuestas de futuro para que opinaran. La alternativa era no entrar en la Universidad y convocar plazas de Catedráticos de Conservatorio. Yo hablé con los sindicatos para que impidieran la convocatoria masiva de Cátedras porque ese sería el fin. Se consiguió detener durante un año, pero algún lumbrera lo sacó al año siguiente adelante (lo maldigo) y se convocaron decenas de cátedras durante tres convocatorias que han llenado los Conservatorios de Catedráticos auténticos. ¿Cuál es el problema?: ¡Que jamás la Universidad va a aceptar asumir una plantilla de Catedráticos que ni son Doctores ni tienen, como los Catedráticos auténticos de Universidad, tres sexenios de investigación avalados por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA)! Y ahora sí, ahora los Catedráticos de los Conservatorios se unen en Andalucía, manda huevos (ver noticias de la semana pasada con plante en la puerta del Conservatorio Superior de Málaga) para pedir su adscripción a sus respectivas universidades. ¡Ya es tarde! ¡¿O acaso la Universidad va a aceptar a más de ochenta Catedráticos de Conservatorio con sueldos y estatus de catedráticos de Universidad sin ser ni Doctores?! Y los Catedráticos de Conservatorio ¿aceptarían dejar de ser Catedráticos para pasar, por ejemplo, a ser solo Titulares de Universidad?! Vanidad de las vanidades: los profes prefieren decir «soy Catedrático de Conservatorio» que «Titular de Universidad» (y tendrían que hacer la tesis, aunque algunos ya la tienen). En fin, que ya eso no va a ocurrir nunca. Y una ley nacional establece que el Doctorado sólo lo pueden impartir universidades, nunca podrán impartirlo los Conservatorios Superiores. Y ahí están los pobre músicos elaborando Tesis sobre Historia, Educación, Bellas Artes, Filosofía y hasta Química, pero no sobre interpretación musical o composición.
Maldigo también a los representantes sindicales, que sin tener ni idea de la complejidad del asunto han estado negociando siempre en beneficio de sus profesores y sin tener en cuenta qué es mejor para la Música, para la Educación y para la Cultura de este país y de esta Comunidad Autónoma.
Y maldigo a toda esta gente porque -y por fin voy a contar por qué es importante que los estudios superiores de Música se impartan en la Universidad- el hecho de que a los profesores de conservatorio no les estimulen a investigar, o sea, no les obliguen a ser doctores y no les incentiven a publicar para subir en el escalafón o elevar sus sueldos (por cierto, en Humanidades se investiga, no se extrañen) implica que los estudios de Música están todavía en la Prehistoria. Si recuerdan la diferencia entre prehistoria e historia, en la primera, la información se transmitía por vía oral (convirtiéndola en algo inseguro y volátil) y en la segunda se transmite por vía escrita (o con algún testimonio permanente). Los profesores en los conservatorios hoy en día todavía dicen: «Toca esto así, tal como me enseñó mi maestro» (que, por cierto, cuando se le pregunta al «maestro» suele negarlo…), pero nunca dicen: «Revisa esta bibliografía sobre técnica pianística (o violinística o etc.) y prueba estos distintos modelos». No: transmisión oral.
Los anglosajones llevan 150 años escribiendo sobre interpretación musical en todos los instrumentos, voces y dirección. Investigar es dejar algo escrito para que la siguiente generación pueda revisar, aportar, modificar o negar lo anterior, ¡pero sobre algo escrito! Nada se puede construir sobre el rumor de que «mi profesor me dijo…». Y este retraso implica, además, que para ponernos al día tendríamos que traducir bibliografía alemana o inglesa durante los próximos 50 años y luego empezar a intentar decir algo en el mundo de la Música. Pero esto ¡¿a quién le interesa?! Los profesores dan clases y cobran un sueldo, los niños tocan, de vez en cuando nos sale un talento natural y con eso vamos tirando y hasta vacilamos de formación musical.
El acto interpretativo, sépanlo, es un hecho intelectual de alto nivel. No es sólo tocar lo que pone en la partitura. Tiene parámetros complejísimos y que requieren un estudio y reflexión por encima de muchos otros estudios hermenéuticos, porque este es sobre signos abstractos. Y eso ni se está haciendo ni se hará en España.
En 1980, con 17 años me manifesté en la calle Larios de Málaga con mis compañeros del Conservatorio y con piano incluido pidiendo a los políticos que incluyeran a la Música en la Universidad. Han pasado 41 años y no se ha conseguido nada. Me moriré sin verlo. Y en mi tumba, lo juro, escribiré «Los maldigo».
Fuente: elcorreoweb.es