“Recreador del ambiente musical de las fogueres” puede parecer un título atrevido, pero cuando el público se identifica con un ambiente musical, lo relaciona inmediatamente, la música adquiere identidad. Eso ha pasado con las composiciones de Luis Molina, son tantos los encargos del ambiente relacionado con les fogueres que no hay pasodoble suyo que pase desapercibido.
Para componer nunca has de creer que eres el mejor
Su padre fue director de la banda de Agost y él siempre merodeaba por las clases donde se aprendía música en la sociedad. No se acuerda ni siquiera cuando empezó a aprender. “Dicen que se aprende de cuna, pero yo no me considero ningún fenómeno de ese tipo, pues quien se considera así nunca hace nada, nunca le puede surgir algo bonito. Para componer hay que tener la conciencia tranquila, no creerte jamás que eres el mejor. Poco a poco la música va surgiendo, con mucho amor, la inspiración, las notas, las armonías…se ha de ser “simplón”. Cuando un compositor escucha sus composiciones tampoco se ha de sentir excesivamente orgulloso, solo que ha alimentado el ego y no demasiado porque si se alimenta mucho, a la próxima ya no haces nada. Esa es mi opinión, a lo mejor estoy equivocado, pero hasta ahora es lo que pienso.”
“Hay días que pienso: voy a hacer esto… y borras… no hay forma. A lo mejor, de repente, estás comiendo o haciendo cualquier cosa y te surge. Como si estuviera un poco “chalado”… eso es muy bonito. Cuando mejor me inspiro es recién levantado, cuando la cabeza está descansada. Te levantas, te duchas, desayunas… sin embargo cuando llega la tarde y no es lo mismo, esto es algo curioso que a veces pienso de nuevo que estoy “chaladito” (rie….)”
Con tan solo cinco años comencé a llorar escuchando el pasodoble “ Evocación”
“Una de sus anécdotas es cuando tenía cinco años “mi padre iba casi todos los años a Hondón de Las Nieves a dar un concierto. Era el año 1954. Estaba muy asustado, al lado de mi padre, junto al tablado donde se situaba la banda. Empezaron con el pasodoble “Evocación” y en los primeros compases comencé a llora, me hizo sentimientos, me sentía idiota, nostálgico. Solo eran cuatro notitas las que me hicieron llorar tan solo con cinco años (nos canta los primeros compases…). Mi padre me decía que me callara y con el tiempo comprendí que aquello era una sensibilidad natural. Cuando nació mi hijo le pasaba lo mismo cuando era muy pequeño. Yo estaba en la Banda Municipal (entonces con el saxofón soprano) y le hice una prueba para ver como reaccionaba y efectivamente comenzó a llorar. Con tan solo dos añitos. Eso no sé lo que es, quizás sensibilidad natural. Efectivamente se hizo músico con el tiempo, es compositor, tiene la carrera de piano y oboe. La música hay que sentirla y disfrutarla. Si solo se disfruta con el sueldo de final de mes no tienes futuro”.
Mi primer pasodoble pasó desapercibido
“El primer pasodoble que hice fue “Foc y Palmeres”, todavía estaba en la Banda Municipal, pasó desapercibido, lo hice para probar y ahora es el himno de una Foguera. En la Banda estuve once años, me tuve que salir cuando el alcalde Lasaleta aprobó la Incompatibilidad. Yo era profesor del Conservatorio, tenía plaza en ambos lados y escogí la docencia. En el Conservatorio comencé en 1972, todavía estaba subvencionado por la Caja de Ahorros. El edificio todavía sigue de manera “tercer mundista”. En la Banda Municipal estuve desde 1974 hasta 1985. Nos fuimos Jesús Mula, Francisco Codeich y yo. Llevar los dos trabajos era un sufrimiento combinar las clases con las actuaciones de la Banda, a veces incluso mi hijo me tenía que sustituir.”
“El continuar haciendo pasodobles fue porque me encargaron uno para Conrado Albadalejo. Yo tenía en mi mente el trío del pasodoble durante un año y mi hermano (también era músico de la Banda Municipal y compositor, murió hace cuatro años) me decía: ¿ a qué esperas para componer el pasodoble?. Ese pasodoble (siempre con modestia) fue el estrellato de mi carrera. Es original, no es sota, caballo y rey (tónica, dominante ,subdominante…). A partir de ahí, todos los años Luis Botella, José Manuel Lledó, Pedro Valera, Paco Navarro… no me lo creía todo aquello porque nadie confiaba. Quedé un poco satisfecho, pero nadie sabe nunca lo que puede llegar a pasar. Cuando iban a grabarlo, algunas personas decían que habían errores en los papeles, lo revisé antes de la grabación, estuve una noche entera sin dormir repasándolo y solo tenía tres ( rie…). Al día siguiente se grabó de arriba abajo y salió de maravilla. A partir de ahí siguieron más encargos de pasodobles. En el 2004 la Comisión Gestora acordó dentro del protocolo que lo último que se le hiciera a cada Bellea fuera un pasodoble. Y me los siguen encargando a mí. Eso es muy bonito. Me dicen que he creado un estilo propio, ninguno es igual, pero se sabe que es mío. Esto es como John Wyne, hacía películas diferentes, pero siempre llevaba su pañuelo rojo.”
“Gané varios premios, uno de ellos con el pasodoble “Flors y Belleses”. Tengo casi un centenar. Otro es “El foc es la festa”. Otro “La festa mès fermosa». En la música nunca te debes sentir superior. Eso es tirarse tierra a los ojos.”
Se emociona al hablar de su padre porque recuerda con mucho cariño que cuando se examinó en Madrid lo hizo de cuatro cursos de Solfeo a la vez, sin piano, solamente cantando, obteniendo como nota Sobresaliente. Le decían que era un “enchufado”, pero demostró lo que valía. Cuando le entregó a su padre las papeletas (por entonces te daban una papel como justificación con la nota correspondiente), en la estación del metro, su padre exclamó: “Ara el que vulga que vinga”. En aquel momento no comprendía la reacción de mi padre, pero con el tiempo sí la he comprendido.”
Manoli Aracil