El compositor Luis de Pablo vive rodeado de cientos, miles de libros, discos, partituras, de un incalculable número de papeles entre los que se amontonan apuntes y escritos. Sorprende que alguien capaz de reflexionar con semejante claridad sobre los temas más recónditos pueda sentirse a gusto en un universo tan aparentemente desordenado, abigarrado, a todas luces laberítintico. Pero Luis de Pablo, recién cumplidos los noventa años, encuentra confortable ese espacio tan personal desde donde se proclama como uno de los referentes absolutos de la composición musical española. El viernes, Luis de Pablo recibió el Leone d’Oro de la Biennale di Venezia (en paralelo al de la coreógrafa María José Ribot en la especialidad de danza) en el Teatro alle Tese, ubicado en una de las naves de ese inmenso extremo de la ciudad que es el histórico Arsenale. No pudo estar presente aunque estuvo cerca.
Todo ello se acentúa de manera muy evidente en el reciente concierto para viola. Aquí, Luis de Pablo reduce los materiales a una expresión mínima. La orquesta se formaliza en un orgánico clásico con el añadido de arpa y percusión de carácter colorista y se presenta siempre de manera individualizada. Es una obra atrevida en su esencialidad, solo posible en manos de quien ha recorrido mundos musicales tan generosos y ha terminado por concretar el mensaje en un acabado estrictamente sintético. La expresión reducida a un ámbito dinámico muy comedido dibuja apuntes de apariencia melancólica. La orquesta comenta en momentos concretos y con sentido camerístico la larga y reflexiva línea de la viola mientras se alarga en una definitiva suspensión. Knox fue poco a poco encontrando el sonido adecuado, la orquesta y Angius procurando intervenir con diligencia. Luis de Pablo estaba en Madrid pero escuchó atento y muy emocionado el concierto transmitido por Rai 3.