Todo compositor necesita de una inspiración, en este caso, la obra de Andrés de Valero Castells, “La Epidemia Silenciosa” ha sido motivo de profundidad, como él mismo dice, es su obra más personal, refleja su propio sufrimiento, recuerdos que solo una madre puede reflejar en sus hijos. Impresionante motivo con expresa necesidad de lanzar un grito de desahogo ante una epidemia que tanto sufren los enfermos de Alzheimer y que él mismo sufrió de cerca, por ello necesitaba expresarlo desde lo más profundo de su ser. Es inhumano sentir como una madre pierde todos los recuerdos que unen una familia. La figura materna se la puede considerar como la vértebra del entorno familiar. Esta enfermedad la rompe sin dar opción a la recuperación. El sufrimiento queda entre los familiares y esta es la expresión que Andrés muestra a través de su música.
Su reflexión es de impacto, va más allá del sentimiento, de lo que un hijo puede llegar a sentir ante la pérdida de una madre. De como el sentido de la vida se va sin poder hacer nada, en silencio…
Andrés refleja esa desesperación a través de los instrumentos más representativos en el entorno de su familia, a través de las melodías preferidas de su madre, de las dos grandes pasiones que para ella eran la música y sus hijos, una alegoría a aquello que se desvanece y que quedará plasmado de forma eterna en la partitura.
Esta composición es sin duda, toda una obra maestra que ha sido terminada con su tercer movimiento, completada e instrumentada para poder ser interpretada por agrupaciones de viento como son las Bandas de Música, ya que originalmente fue creada para orquesta.
El título del tercer movimiento “Como eran las cosas” lo define todo. Pero se complementa con el primero en cuanto al grito de la perversa existencia de la enfermedad y el segundo a modo científico basándose en la destrucción de las neuronas.
Reconoce que ha desnudado su alma ante un peso que le acompañará toda la vida. Lloró y lloró ante el diagnóstico del neurólogo hacia su madre, el mundo le puso ante la situación de la “Epidemia Silenciosa”, le paralizó por completo, tuvo que realizar una disciplina mental para poder realizar este trabajo ante la impotencia, la resignación y la rabia, aunque también le ha permitido revivir buenos momentos. Alegría y lágrimas se contrarrestaron a ello.
Su madre murió al año del estreno la obra. Es el único final que posee esta enfermedad.
« Los enfermos que sufren esta enfermedad son ángeles arrancados de la vida sin el consuelo de la muerte» (Andrés Valero Castells).
Igualmente recuerda también a su padre en esta alegoría como el cuidador principal que no soportó menor condena.
«Disfrutad de los vuestros mientras podáis» (Andrés Valero Castells)
Manoli Aracil