Inolvidable, por varios motivos, fue la última representación de la ópera Peter Grimes en Valencia el pasado 13 de febrero.
El primero, es el puramente musical; la obra de Benjamin Britten es excepcional, posiblemente su ópera principal. El compositor inglés (1913-1976) se mantuvo siempre entre la vanguardia y el conservadurismo musical. Con claras influencias de Debussy, Mussorgsky, Verdi, Mahler y por supuesto, de su paisano isabelino Purcell (su obra más popular es “Variaciones y fuga sobre un tema de Purcell”, más conocida como la didáctica “Guía de orquesta para jóvenes”), hace uso de una intensidad expresiva excepcional para captar la dureza del mar, la psicología de los personajes, utilizando el coro como uno de ellos, puesto que representa la conciencia del pueblo (como en la antigua Grecia) y la mente humana, que es capaz de juzgar a uno de los suyos con la máxima dureza, sin pruebas, obviando la presunción de inocencia (¿les suena de algo?).
Pues bien, el Cor de la Generalitat Valenciana estuvo insuperable, rallando la perfección, junto con una orquesta que pese a todos los problemas sigue en estado de gracia. Bajo la batuta del director norteamericano Christopher Franklin, que controló hasta el más mínimo detalle (con un órgano y una banda interna) pero dejando a los músicos cantar y tocar. El tenor y protagonista Gregory Kunde, también americano como la mayoría de los cantantes de esta versión, debutó con este rol de marinero atormentado que termina suicidándose y que ha sido calificado como “de referencia” en este dificilísimo papel, con unos agudos excelentes y unas magníficas dotes dramáticas. Su compañera Leah Partridge, soprano que encarnaba el papel de la maestra, lució unos agudos brillantes pese a no estar en la mejor disposición física, como se nos informó por megafonía antes de empezar. El resto de solistas, entre ellos la veterana mezzo Rosalind Plowright, (la “mala” de la historia) estuvieron a muy buena altura.
El segundo motivo, es la puesta en escena; una “clásica” escenografía de Willy Decker creada para el Teatro de La Monnaie de Bruselas hace ya más de veinte años y ahora adquirida por les Arts de València bajo la dirección de François de Carpentries y John Macfarlane. Con dos imponentes paneles en un escenario inclinado, una iluminación sobresaliente y con una concepción minimalista, consiguen crear la atmósfera adecuada a cada situación. Esa inmensa sombra de Grimes en la taberna cuando se abre la puerta parece sacada de una película de terror. Algunas escenas eran pinturas muy bellas. ¡Y cómo se movía el coro!, de una manera casi exacta, todos a la vez creando las figuras geométricas precisas para que todos estuvieran en sus sitios, también para cantar. Solo eché en falta, en mi modesta opinión, alguna imagen del mar sobre el que se inspira toda la obra que transcurre hacia 1888 en un pequeño pueblo del este de Gran Bretaña, precisamente donde nació Britten, autor de esta magnífica obra maestra del siglo XX.
Àngel Crespo
Radiobanda