Ludwig van Beethoven fue el primer gran compositor de la historia con un metrónomo. Johann N. Maelzel, el creador de este aparato, le regaló uno de los primeros que hizo. Al compositor le entusiasmó hasta la obsesión. Revisó buena parte de sus obras para incluir su tempo. y fijar para siempre cómo quería que sonasen sus obras. Ni más rápido ni más despacio. Sin embargo, durante casi 200 años, muchos directores y músicos han ignorado las indicaciones de tempo de Beethoven porque son demasiado rápidas; en algunas piezas, como su sonata Hammerklavier, seguirlas es casi imposible incluso para virtuosos.
Esta discrepancia entre los tempos de Beethoven y los que la mayoría considera razonables es uno de los grandes misterios sobre su obra, y para el que se han propuesto muchas soluciones: quizás su sordera alteró su percepción del tempo, o hubo un error de transcripción; incluso se ha especulado sobre su deterioro cognitivo. Una explicación popular es que el metrónomo estaba estropeado, algo difícil de verificar porque el aparato está perdido.
Una investigación publicada este miércoles por dos científicos españoles, que aborda la cuestión desde la mecánica clásica y el big data, insufla nueva vida a la hipótesis del metrónomo de Beethoven. Sus resultados ofrecen una explicación inédita al misterio: el metrónomo no estaba roto, Beethoven lo usaba mal. Su trabajo, además, permite recalibrar las partituras anómalas y asignarles el tempo que, probablemente, quiso darles el genio alemán.
El experimento
Almudena Martín Castro, pianista, física y licenciada en Bellas Artes, y su marido, Iñaki Úcar Marqués, clarinetista y doctor en Ingeniería Telemática, abordaron el misterio de los tempos de Beethoven inspirados en un fenómeno conocido como la sabiduría de las multitudes. Si calculas el promedio de muchas soluciones intuitivas a un problema, la respuesta suele acercarse mucho a la cifra real.
Aplicaron esta idea a la música de Beethoven. Extrajeron por ordenador los tempos de las nueve sinfonías del compositor, interpretadas por 36 directores de orquesta diferentes entre 1940 y 2010. Más de 170 horas de música. Y calcularon los promedios. El resultado, esperaban, daría una pista sobre qué se había estropeado en el metrónomo.
Esta actividad tenía un problema añadido: para un ordenador es muy difícil extraer el tiempo de la música clásica, ya que no hay una base de percusión como en otros géneros musicales. Pero encontraron un patrón. “La desviación que vimos en los análisis era sistemática. Si la gente toca a 40 bpm, Beethoven había anotado 52 bpm. Si los directores tocan a 50, Beethoven había escrito 62”, indica Úcar Marqués. La desviación entre las marcas del compositor alemán y el promedio de los tempos intuitivos que analizaron es siempre la misma: alrededor de 12 bpm.
Les faltaba explicar esta anomalía en un metrónomo que no podían ver, ni tocar, porque está perdido. Decidieron crear un modelo matemático de cómo funciona este aparato. Así podrían romperlo, aunque fuese de forma virtual.
“Una vez tuvimos el modelo, lo primero que hicimos fue probar todas las hipótesis que se han planteado históricamente: o que las masas se han roto o que se han desplazado, que el metrónomo estuviese mal lubricado o que estuviese mal colocado, inclinado sobre el piano. Pero ninguna decelera el metrónomo de forma homogénea”, apunta Martín Castro.
Tras más de un año de trabajo y sin una solución, decidieron buscar alternativas menos convencionales. Repasaron sus datos, sus modelos, sus cálculos y apareció algo inesperado. En la escala del metrónomo de Maelzel, 12 bpm están separados por aproximadamente un centímetro y medio. Y hay un elemento que mide exactamente eso: la pesa superior. La pieza de metal que se sube o se baja para establecer a qué ritmo pendula.
“El valor que tomas es el que se lee encima de la pesa, esa es la convención”, explica Martín Castro. “Pero en el metrónomo de Beethoven la pesa tenía forma de trapecio, con el lado largo arriba y el lado corto abajo, y forma una flecha que apunta hacia abajo. Según si lees por encima o por debajo, ahí aparece la diferencia de 12 pulsaciones por minuto. Era un problema de usabilidad”.
Hay una anotación en el manuscrito de la novena sinfonía que podría confirmar esta posibilidad, ya que Beethoven hace una anotación en un margen: “108 o 120, Maelzel”. ¿Consideraba Beethoven dos lecturas posibles de la misma medida?
Big data y algoritmos para que un ordenador pudiera entender el tempo. Física compleja para resolver el modelo matemático. Pero, al final, doscientos años de misterio podrían quedar explicados por un problema de usabilidad. Ahora, quizás varios directores y músicos puristas podrán dormir más tranquilos. O no. Porque a partir de hoy, día del 250 aniversario del nacimiento del músico, ¿ya se puede tocar a Beethoven exactamente como Beethoven quería?
Fuente: El País