La apuesta de Don Giovanni que concibió Claus Guth en 2008 es una de las más arriesgadas de los últimos tiempos. Frente a las estancias palaciegas que imaginaron Mozart y el libretista Lorenzo da Ponte en el siglo XVIII, este director de escena da a la obra una dimensión más oscura, donde los personajes que habitan los bosques -lugar de acción de la trama- son drogadictos, camellos y prostitutas. Esta reinterpretación radical costó a Claus Guth críticas de todo tipo, pero hoy se ha consagrado como una de las «mejores puestas de escena de la última década», tal y como la definió Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real de Madrid, donde podrá verse a partir del 18 de diciembre.
Esta versión de Don Giovanni sigue presentando al libertino sin escrúpulos que caracteriza el libreto original. Sin embargo, el giro final que introduce Guth da a la obra un nuevo sentido: Don Giovanni queda mortalmente herido tras la pelea con el Comendador, lo que le lleva a imaginar, preso de la agonía, los acontecimientos que se desarrollan durante las dos horas de espectáculo. «Me preguntaba por qué este hombre sentía esa necesidad tan fuerte de seducir una mujer tras otra. Por qué esa ansia. Me pareció que este comportamiento es el de una persona que quiere extraer lo máximo posible del amor y de la vida en muy poco tiempo porque sabe que va a morir. De pronto toma conciencia de que su tiempo es limitado y por eso actúa con esa presión», explicó el director de escena. «Todos abordamos la vida de otra manera cuando nos damos cuenta de nuestra caducidad. Lo estamos viendo con la pandemia».