El 10 de Marzo del 2020 tocamos en el auditorio nacional de Madrid la segunda sinfonía de Gustav Mahler, Resurrección. El concierto fue sin público, a puerta cerrada. Nunca antes el aplauso que provoca el final de esta obra se había convertido en el silencio más aterrador de nuestra historia contemporánea.
Dos días después, estábamos confinados en nuestras casas por el covid 19. A partir de aquí ya sabemos todo lo que ocurrió, pero quizá debamos alzar la voz los artistas y las personas que viven del arte. ¿Qué puede hacer un artista encerrado en su casa, sin el público? Muchos incluso sin empleo, sin sueldo, sin giras y sin ningún tipo de ingreso. ¿Es entonces cuando el verdadero artista sale en los medios quejándose de que no recibe ayudas, de que no puede vivir, etc.? Creo que no.
Todos hemos sufrido esa ausencia del arte en vivo, pero todos hemos renacido una vez más en nuestra amada, querida, necesaria, silenciosa y amable soledad. Y un verdadero artista cuando está en ese estado solitario, abandonado, sin nadie a su alrededor, es cuando mejor puede crear.
Es un tiempo de espera, un compas vacío, un movimiento tacet. Así, todo esto se convierte en necesidad creadora e inspiradora para seguir en el futuro dando lo mejor de nosotros mismos a nuestro público y aportando nuevas ideas que serán caldo de cultivo para nuestras próximas y venideras generaciones. Por tanto, el arte no ha estado ausente sino que ha estado más vivo que nunca, en plena creación.
Los verdaderos artistas nunca se rinden porque supondría rendirse en la vida y dejaríamos de vivir. Nuestro arte va más allá de ayudas institucionales o de nóminas , a los artistas no les pagan por hacer una actividad. Los artistas perciben un dinero por todo lo que pueden aportar a la sociedad en muchos ámbitos. Por eso, cuando oímos hablar de cultura, siempre me pregunto si en verdad sabemos lo que la palabra “cultura” significa.
En este tiempo de espera, los artistas nos hemos enriquecido con nuestro estudio diario, con nuestras lecturas, con nuestras reflexiones en silencio, sin contaminación, sin ruidos, sin estrés. Y estoy seguro que nos espera un futuro muy próspero en el mundo de las artes en general, porque este tiempo de espera no ha hecho más que contribuir a la creación imparable del verdadero arte.
Pasen, siéntense y disfruten del espectáculo, porque este siempre continúa, y ahora más fuerte que nunca.
Raúl Benavent