Casi 65 años han pasado desde que Chuck Berry le pidiera paso taconeando sobre el escenario y anudando la bandera del mejor rock and roll al mástil pirata de «Roll Over Beethoven» y ahí sigue el alemán, haciéndose el sordo o como quien oye llover, celebrando su 250 aniversario como faro de la civilización. Dos siglos y medio en los que Ludwig van, superhéroe del Romanticismo, no sólo no ha perdido comba, sino que se ha infiltrado en prácticamente todas las esferas de la cultura popular y ha dejado un rastro de migajas que componen una de las más emocionantes travesías de la cultura occidental.
«La música clásica gusta mucho aunque la gente no sepa qué es», apuntaba en su programa Música y significado el locutor y divulgador Luis Ángel de Benito mientras repasaba películas más o menos recientes que, como X-Men Apocalipsis, El discurso del rey o Señales del futuro, se servían de la Séptima Sinfonía de Beethoven para reforzar la intensidad dramática de las imágenes. Nada que no hiciesen antes Stanley Kubrick, Peter Weir, Luis Buñuel o Andrei Tarkovski pero que, aún así, viene a confirmar que la huella de Beethoven en la cultura del siglo XX sigue siendo profunda y determinante. Sin ir más lejos, aún hoy se puede saltar de año en año y de década en década a partir de relecturas, versiones, interpretaciones o apropiaciones de la Quinta Sinfonía, el Concierto para piano No.5, la Patética o la Heroica.
Porque Beethoven es Beethoven, sí, pero también La semilla del diablo, Big Fish, Django desencadenado o Fantasía. También, claro, esa reinvención en clave disco que, todo bajo funky y violines, acompaña a Tony Manero en su chulesco ir y venir por «Fiebre del sábado noche». «Sin Beethoven no tendríamos a Chaikovski o Mahler y sin ellos no se entendería Hollywood», destaca de Benito, para quien una reencarnación contemporánea del compositor alemán implicaría muy probablemente un cambio de disciplina. «Sería un artista total pero masivo. Pienso en un cineasta, un pintor muy popular o un músico de rock independiente», apunta. El cine, sopesa, sería probablemente la vía a seguir. «Podría ser un gran músico de películas. Un John Williams más borde. Tierno pero borde», destaca.
Héroe romántico, ídolo pop y primera superestrella de la música, Beethoven no sólo hizo historia y cambió la manera de escuchar música, sino que también marcó tendencia tecnológica: gracias a él (o por su culpa, según se mire) los Compact Disc nacieron con una duración de 74 minutos y 33 segundos y no con los 60 minutos originalmente previstos. ¿La razón? Esa era la duración exacta de la Novena Sinfonía; casi una hora y cuarto que, desbancado el LP, se convirtió a partir de los ochenta en el estándar mundial para la música grabada.
Fuente: ABC