EMILIO ARRIETA Y LA MÚSICA DE BANDA
EN EL 200 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
Por Marcial García Ballesteros
Hoy 20 de octubre de 2021 se cumplen 200 años del nacimiento del compositor Emilio Arrieta Corera (Puente la Reina, Navarra, 20-X-1821 – Madrid, 11-II-1894).
Juan Pascual Antonio Emilio Arrieta fue el primer compositor español en estudiar en el prestigioso Real Conservatorio de Milán entre 1841 y 1846. Aquel conservatorio que, pocos años antes, había rechazado como alumno al joven Giuseppe Verdi y que hoy lleva su nombre.
Un alumno aprovechado, el joven Giovanni Arrieta, así le conocieron allí, que obtuvo el premio extraordinario de fin de carrera, en 1845, con su primera y exitosa ópera, Ildegonda, del mismo libretista con el que obtendría sus primeros éxitos el propio Verdi, Temístocle Solera, con quien colaboraría en dos óperas más, La Conquista di Granata (1852) y Pergolese (inédita).
Arrieta, vayamos al grano, es otro de los compositores con efeméride en 2021 y cuya celebración ha pasado, si no desapercibida, si deslavazada, como de puntillas, por la música y la musicología española. Podemos echarle la culpa al covid, pero lo cierto es que, aunque a menor ritmo, los teatros de ópera y zarzuela de la capital del reino han funcionado, como también ha funcionado el Conservatorio Superior de Música de Madrid, del que Arrieta fue director veintiséis años (1868-1894), hasta su muerte. Algunas bandas, sin embargo, han incorporado temas de Arrieta en sus conciertos.
De su vida y obra se ha ocupado, principalmente, la musicóloga ovetense María Encina Cortizo, en cuyo libro Emilio Arrieta, de la ópera a la zarzuela (ICCMU, 1998), se lamentaba de que la dispersión de su patrimonio musical, debida a sus sobrinos y herederos, la familia Bonilla, había causado la pérdida irreparable de una parte importante de su música, estando el resto disperso entre instituciones como el Conservatorio Superior de Madrid, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, el Archivo General de Navarra y la biblioteca particular de Ricardo Donoso-Cortés y Mesonero-Romanos.
Hoy podemos congratularnos de que ese patrimonio que se consideraba perdido se encuentre, por avatares del destino, en Requena, en la biblioteca de la Fundación Lucio Gil de Fagoaga, donde en estos momentos se está procediendo a la catalogación y digitalización de la música original de Emilio Arrieta que Lucio Gil conservó en su ciudad natal, junto a muchos otros documentos, libros y materiales musicales impresos, pertenecientes al compositor. Esta documentación tan valiosa, en términos históricos, fue adquirida por D. Lucio a la viuda de su profesor Adolfo Bonilla y San Martín, sobrino-nieto de Arrieta, quien fue su padrino bautismal.
Emilio Arrieta comenzó su exitosa carrera como autor de óperas, las ya comentadas, entre 1845 y 1852, pero a partir de ahí, animado sin duda por sus amigos músicos, principalmente Barbieri, se volcó en la renovada zarzuela, verdadera ópera nacional española, y fue uno de los adalides de la denominada «zarzuela grande», con producciones en dos y tres actos, lejos todavía de lo que sería el género chico. Algunas de las zarzuelas más importantes de esa época de renovación que comenzaba a mitad de siglo XIX y se afianzaba con la inauguración del Teatro de la Zarzuela de Madrid, en 1856, son debidas a la pluma de Arrieta, comenzando por su primer gran éxito, El Dominó Azul (1853) y continuando con títulos como El Grumete (1853), Marina (1855, convertida en ópera en 1871) y así hasta pasar el medio centenar de títulos compuestos hasta los últimos años de su vida.
Se trata de una instrumentación de banda «a la italiana», en la que, al igual que en la España del momento, todavía no se habían incorporado los saxofones.
En su siguiente ópera, La Conquista di Granata, de argumento español protagonizado por Isabel la Católica, pero en idioma italiano como era preceptivo en la época, a diferencia de la zarzuela, también el autor incorporó escenas con banda de música.
La citada catalogación y digitalización que estamos llevando a cabo en Requena (este autor también aporta su granito de arena) nos ha deparado la grata constatación del interés que Emilio Arrieta demostró por la utilización teatral de la banda de música, ya desde su primera obra, Ildegonda, ópera compuesta y estrenada en Italia en 1845 y que en su primer acto ya incorpora un número, el 7, que incluye expresamente banda, acompañando al dúo de protagonistas.
Una vez dejado atrás, momentáneamente, el mundo operístico y ya centrados en el género zarzuelístico, Arrieta siguió utilizando la banda en escena, incluso en ocasiones vemos dos bandas al mismo tiempo y otras la banda se escucha fuera de escena. Citaremos el ejemplo de una zarzuela-revista, de 1868, titulada ¡A la humanidad doliente! Juicio del año 1868, que utiliza banda, como lo hace también otra importante partitura, El Caudillo de Baza, donde el viento se reduce a la mínima expresión, en una orquestación con clarinetes, cornetines, bombardino, figle, bombardón (tuba) y tambor.
A falta de revisar a fondo todas las partituras teatrales de Arrieta, podemos citar como otros ejemplos de la utilización de la banda por parte del autor, las zarzuelas El motín contra Esquilache (1871), Las manzanas de oro (1874), La Guerra Santa (1879) y Heliodora o el amor enamorado (1880).
Emilio Arrieta utilizaría la agrupación bandística también en otros tipos de música, aprovechando que Madrid disponía de diversas bandas militares de excelente calidad. Por ejemplo, en la Cantata a Rossini, compuesta para la inauguración del Teatro Rossini de los Campos Elíseos (Madrid), en 1863, el autor realizó una orquestación para coro mixto, orquesta y banda de música.
Una obra que se popularizó rápidamente en diversas versiones, entre ellas la de voces y banda de música, fue el himno ¡Abajo los Borbones!, que Arrieta, en un pintoresco «cambio de chaqueta» del que había sido uno de los primeros músicos de cámara de Isabel II, compuso en 1868.
Las bandas militares popularizaron pronto los temas más llamativos de las zarzuelas de éxito, en selecciones y fantasías, muchas de ellas hoy perdidas y que serían dignas de recuperar, como es el caso de uno de las últimas obras teatrales de Arrieta, San Franco de Sena (1883). Como sucede con tantos títulos que en su día fueron de gran popularidad, también Arrieta sufrió el eclipse de la mayoría de sus obras por causa del inmenso éxito de su ópera Marina, única de la que hemos encontrado constancia de que, ya en el siglo XX, se editaran dos fantasías para banda, por parte de la Unión Musical Española, que además siguen en el repertorio de muchas bandas españolas y en especial de las valencianas.
Estos hallazgos nos han motivado para realizar, en un futuro próximo, un estudio monográfico de la utilización de las bandas de música por parte de Emilio Arrieta, con carácter más técnico. Un bonito colofón podría ser la interpretación en concierto, y grabación correspondiente, de las partituras bandísticas del compositor navarro, en sus instrumentaciones originales. Soñar es gratis.